La primera poesía de Juana de Ibarbourou, que corresponde a Las lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), trae un aliento renovador, una nueva forma de ver y de sentir el mundo: se vuelca amorosamente hacia las cosas que la rodean envolviéndolas en un halo mágico. Luego de esa trilogía inicial publica La rosa de los vientos (1930), donde deja de lado la llaneza de lenguaje y se vuelca hacia una poesía decididamente misteriosa y fulgurante, En 1934 da a la imprenta Loores de Nuestra Señora y Estampas de la Biblia; en 1944 Chico Cario, uno de sus libros más valiosos y difundidos, donde recupera el inicial mundo de elementos familiares y simples, ahora impregnados por fa melancolía y el sentimiento. Hacia el 50 esa melancolía comienza a ser mucho más punzante, como lo demuestra su libro Perdida, a. través de una expresión velada e inquietante. Azor (1953), Mensajes del escriba (1953), Oro y tormenta (1956) continúan una producción que con Elegía y La pasajera, ambos de 1967, reitera a la par que su legítima evolución la confirmación de su madurez artística, estableciendo el perfecto equilibrio entre lo confesional y lo estético. Por último, en 1971, publica Juan Soldado, que recoge narraciones de diferentes épocas junto con otras nuevas. La Editorial Losada, que ha publicado la mayoría de las obras de esta eminente poeta uruguaya (varios volúmenes en la Biblioteca Clásica y Contemporánea y en Poetas de Ayer y de Hoy y una edición conmemorativa de Las lenguas de diamante, con quince ilustraciones de Raúl Soldi), reitera su homenaje a Juana de América al dar a conocer esta Antología, preparada por Jorge Arbeleche, la más completa y rigurosa realizada hasta la fecha.