La pobreza estuvo siempre presente en la sociedad argentina, aunque nunca tuvo las dimensiones que alcanzó en los últimos veinte años. Si nos centramos en la historia del último siglo, la cuestión social se manifestó a través de las huelgas y movilizaciones obreras, reclamando mejoras en los salarios, la reducción de las jornadas de trabajo y, eventualmente, la mejora del medio ambiente laboral. Desde mediados de la década de 1990 este cuadro tuvo profundas modificaciones, con la aparición de nuevos actores, nuevos reclamos y nuevas formas de acción que conmocionaron a la sociedad en su conjunto. De esa manera, trabajadores desocupados, mujeres jefas de hogares y jóvenes que no han logrado un empleo formal realizan piquetes, acampes, ollas populares y movilizaciones multitudinarias por las calles de las grandes ciudades reclamando bolsones o cajas de comida y modestas asignaciones dinerarias, a cambio de contraprestaciones laborales que muchas veces no se cumplen. Hay que agregar los asaltos a los supermercados de algunas importantes urbes del país, episodios totalmente novedosos ocurridos en 1989-90 y 2001 que parecieron reeditar los motines del hambre como consecuencia de las crisis de subsistencia, tan frecuentes en Europa desde los siglos XV al XIX. Este cuadro, que alcanzó su pico entre 2001 y 2005, hoy parece reactualizarse, respondiendo a la misma causa: la persistencia de una profunda pobreza que afecta a un tercio de los argentinos. Este es el tema del presente trabajo, que pretende ser un aporte a la incipiente historiografía nacional sobre el tema de la pobreza y dejar constancia de las condiciones de vida y de trabajo de cerca de trece millones de habitantes de nuestro país que actualmente subsisten en esa lamentable situación.