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Viaje a la Patagonia Austral 1876-1877

by Moreno, Francisco Pascacio; Rey Balmaceda, Raúl [introd.].
Material type: materialTypeLabelBookSeries: Dimensión Argentina.Publisher: Buenos Aires Solar/Hachette 1969Description: [416] p.Subject(s): REFERENCIA PATAGONIA -- PATAGONIA- GEOGRAFIA -- PATAGONIA- HISTORIA
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Referencia Referencia B. P Juan Bautista Alberdi
Estimados Socios, les presentamos el CATÁLOGO VIRTUAL DE LA BIBLIOTECA POPULAR JB ALBERDI
Referencia Patagonia
RP910 MOR 63.560 (Browse shelf) Not for loan Donación testamentaria del Dr. Doroteo Solanas. 63560

En este libro, editado por su propio autor en 1879, Francisco P. Moreno, quien luego sería conocido por el famoso glaciar que lleva su nombre – el Perito Moreno – nos narra el viaje que realizó a finales de 1879 por la cuenca del río Santa Cruz desde su desembocadura en el océano Atlántico hasta sus nacientes en la cordillera de las Andes, las cuales no eran bien conocidas hasta ese momento.
El objetivo de su viaje era precisamente conocer con certeza el nacimiento del Santa Cruz, completando las únicas expediciones occidentales previas en la zona de Darwin y Fitz Roy a bordo del Beagle en 1823 y de George G. Musters en 1870. Moreno consigue su propósito de remontar el Río Santa Cruz remolcando por espacio de un mes un pesado bote con la ayuda de tres caballos y cinco hombres descubriendo el inmenso lago en que nace el río, al que bautiza con el nombre de lago Argentino, a fin de reafirmar su argentinidad, ya que Chile aún tenía pretensiones territoriales sobre aquella zona.
También descubre el lago San Martín, al que bautiza con el nombre del libertador, explora el lago Viedma (descubierto para los europeas en 1782 por el español Antonio de Viedma), y reconoce el río que une a ambos, al cual curiosamente bautiza con el nombre de La Leona al ser el propio Moreno atacado por una puma hembra en ese punto.
Al final de su exploración del lago Viedma alcanza el volcán que los nativos tehuelches llaman El Chaltén (montaña humeante), ya citado por Viedma en su diario, y al que Moreno bautiza como Fitz Roy en honor al vicealmirante inglés. Actualmente el cerro Fitz Roy, a pesar de su baja altitud (3.775 m.s.n.m) en comparación con las grandes cumbres del Himalaya es considerado de “dificultad extrema” por los escaladores tanto por su dificultad técnica como por los fortísimos vientos de la zona, atrayendo por su enorme dificultad a escaladores de todo el mundo.
Sorprenden del libro varias cosas: si bien Moreno advierte en prólogo de que este libro se trata tan sólo de la primera parte del trabajo en la que se limitará a exponer sus observaciones generales a lo largo del viaje, dejando para un segundo tomo las conclusiones científicas y la descripción de las colecciones de fósiles, huesos, objetos etc. encontrados, da la impresión de que el alma de naturalista de Moreno no pude resistir a la tentación, y son constantes las referencias tanto a los descubrimientos realizados desde un punto de vista geológico, botánico, zoológico, antropológico o hidrográfico, a tal punto que dicho segundo volumen no llegó a publicarse jamás. Por tanto no se trata tan sólo de un libro de viajes sin más, sino que el autor proporciona infinidad de información científica intercalada con las vicisitudes y observaciones del viaje propiamente dicho.
Otro aspecto curioso del libro son las opiniones que vierte Moreno acerca de los indígenas habitantes de las tierras que explora, los indios tehuelches, que son una curiosa mezcla de admiración y desprecio. Por ejemplo en las últimas páginas del libro afirma: “se cree vulgarmente que para la población de la Patagonia es necesario la extinción del indio. Si este en su orgullo de salvaje no pide a la tierra lo que ella voluntariamente no le proporciona, es porque desprecia la vida sedentaria y prefiere ceder a la atracción que en su cerebro ejercen los horizontes ilimitados del desierto, que los encamina hacia una vida nómada, porque la ambición le es desconocida y porque le basta tener con qué cubrirse y alimentarse para vivir contento.” No estoy seguro si en la mente de Moreno esto es un elogio o una crítica.
En otros pasajes, sin embargo, donde describe diferentes encuentros con los indios tehuelches critica sin ambages su falta de higiene, sus costumbres y su manera de alimentarse: “Nada más asqueroso que las comidas de los tehuelches y más de una vez he tenido náuseas al presenciar tal espectáculo”. También critica las borracheras colectivas a las que se entregan, por cierto con el aguardiente que les venden los occidentales que comercian con ellos, siendo esta una de las principales causas de la decadencia y desaparición de estos pueblos originarios. En otro pasaje Moreno afirma: “estos pobre indígenas en sus relaciones con los blancos, tienen manifestaciones verdaderamente infantiles”…”pero como niños, pues son niños moralmente (exceptuando sus vicios que son de hombres), se calman al fin y concluyen por contentarse con lo que les doy, que sin embargo, es el doble de lo que pensé en un principio”.
Estas manifestaciones que leídas a día de hoy nos pueden parecer “políticamente incorrectas” no desmerecen en absoluto el enorme trabajo del gran naturalista argentino que llevado tanto por su sed de conocimiento como por su patriotismo exploró en profundidad grandes extensiones de la Patagonia asegurando la soberanía argentina sobre tierras que hasta ese momento permanecían completamente inexploradas por los propios habitantes de la todavía joven república.
Resulta curioso como Moreno vislumbra una gran prosperidad a las regiones exploradas, al comprobar la abundancia de recursos naturales como el agua dulce el carbón, etc. “No veo muy lejano el día en que la hélice alborote las aguas de los lagos Argentino, Viedma y San Martín, y los de aún más al norte, y llene de vida la región aún desierta. Los campos abrigados entre el lago San Martín y el Viedma pueden ser utilizados por estancias, y veremos que el faro gigante del volcán Fitz Roy no tendrá por único admirador al temeroso tehuelche sino también a los civilizados que lo estudiaran y buscarán en sus faldas las riquezas que revela la ciencia. El lago Argentino con sus bosques y los valles hermosos que lo rodean ofrecen al hombre elementos para la vida lucrativa. Los paraderos tehuelches pueden convertirse en ciudades argentinas”. Sin embargo esas ciudades que pronosticaba no han sido pobladas sino muy recientemente: El Calafate, sobre el lago Argentino fue fundada en 1927 pero en 1946 apenas contaba con cien habitantes permanentes. Es sólo a partir de la construcción en 2000 del aeropuerto que la ciudad experimenta un boom demográfico al convertirse en el principal punto de acceso al Glaciar Perito Moreno, contando en el último censo en de 2010 con 22.000 habitantes. La localidad del El Chaltén, por su parte, se autodenomina como el pueblo más joven de Argentina ya que fue fundada oficialmente en 1985, siendo actualmente la capital argentina del trekking por las formidables montañas que la rodean, pero que sólo cuenta según el censo de 2001 con 324 habitantes.
También afirma Moreno: “Los habitantes de la bahía Santa Cruz no verán entonces descender, como ahora un bote como el mío sino grandes embarcaciones trayendo al Atlántico las riquezas del corazón de la Patagonia y de los Andes. Donde hoy o hay más que soledad y desamparo; donde se han visto, con distintos intervalos, pequeñas expediciones luchas contra las dificultades que sólo el entusiasmo allana, veremos colonias permanentes y florecientes, y la hoy poco visitada bahía Santa Cruz ha de ser el punto más frecuentado de los mares del sur.”
A pesar de estas perspectivas la provincia de Santa Cruz continúa siendo la de menor densidad de población de Argentina, con una extensión mayor que Gran Bretaña tiene una población censada en 2010 de 272.524 habitantes y una densidad de población de 1,12 habitantes por km2. En conclusión, debido a una sería de circunstancias tanto geográficas como sobre todo políticas la región más austral de Argentina y del globo no ha alcanzado, seguramente para bien, el grado de desarrollo pronosticado por el Perito Moreno, lo cual nos permite a nosotros contemplar todas sus maravillas naturales en un estado prácticamente virgen, lo que contribuye indudablemente a preservar la mística de la Patagonia como tierra vacía e inexplorada, una de las pocas que quedan ya en el planeta.

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